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A España se le resiste Cristiano (3-3)

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Cristiano Ronaldo marca el 3-3 de falta.

La Roja se sobrepone anímicamente a una semana volcánica y varios infortunios sobre el campo para sellar un empate con Portugal. El genio luso deja su mejor partido en un Mundial con tres goles

15 de junio de 2018 – Agencias.

Con chicha y cuajo y un goteo de fútbol, España no salió mal parada de un partido tan sinuoso como tortuosa ha sido su corta estancia en Rusia. El partido requería mucho talante tras días tan volcánicos. Y mucho más cuando, encima, ya sobre el césped la Roja tuvo que cargar con varios episodios desdichados, como un penalti madrugador y las manos de carmelita de De Gea. Para colmo, se topó con el mejor Cristiano Ronaldo de los Mundiales. España, que tuvo la victoria a tiro, pudo con todo para sellar un empate.

Tras la borrasca de la última semana, de entrada el fútbol también dejó desamparada a la Roja. Un penalti en contra a los 134 segundos —el tercer gol más rápido en la historia de los Mundiales—, un remate de Isco que no fue gol por una falange y un segundo tanto de Cristiano en el último parpadeo del primer acto que puso a De Gea a la altura de Karius. Demasiados azotes del destino como para sobreponerse en días de tanta zozobra. Con todo, entre la trampa de CR que hizo picar a Nacho para el penalti y el tremendo chasco de De Gea —cuando aún está en la retina su reciente pifia frente a Suiza—, España fue capaz de reanimarse. Y hasta elevarse sobre el macizo equipo portugués.

Tan abrasivo resultó el arranque para la Roja que la selección más contracultural tiró por una de las vías más primarias del fútbol. Viscosa España, Busquets mandó a la guerra al intrépido Diego Costa con un pelotazo que no suele figurar en el repertorio español. Costa, un espartaco del fútbol, fue al campo de batalla rodeado de brigadistas adversarios. Y no rasos precisamente, porque el primero en acosarle fue Pepe, que nunca fue un monaguillo. Al igual que en el más que opinable penalti a CR, no hubo VAR. Sus gestores no entendieron que en ningún caso hubiera un “error claro y manifiesto” del colegiado, mandamiento principal para que se active el gran hermano arbitral. Lo cierto es que el hispano-brasileño se sacudió a Pepe con el antebrazo como estaca y del agrario Costa se pasó a un Costa de pies finos. Frente a la armada lusa que le custodiaba se buscó la vida hasta embocar un gran gol.

El arrebato legionario de Costa, en su mejor partido con España de largo, hizo pendular el encuentro. En el primer tiempo, hasta la tacha de De Gea, Portugal se fundió con Guedes. Fernando Santos, técnico luso, le hizo gravitar sobre la parte central del ataque, con Cristiano en la izquierda. Y en dos contras lanzadas estupendamente por CR se hizo más que discutible el cambio de papeles. A Guedes, más extremo, le faltó el instinto terminal de su totémico camarada.

Cada vez más enchironada Portugal, Isco comenzó a tutelar la pelota. Lo que siempre anima a gente como Silva e Iniesta. A su música se sumó Jordi Alba a lo Jordi Alba. Poco a poco España se le ponía cara de España. E incluso a Diego Costa, más pinturero que nunca en el trance español con la pelota. Silva e Iniesta se quedaron a un dedo del gol. De Portugal, más allá de su abnegada zaga solo las pisadas de CR. Como en la que ruborizó a De Gea. Sin más, los primeros goles del siete a la Roja. Sin más, en solo 45 minutos CR se quedó a un gol de los tres que llevaba en sus tres Mundiales precedentes, registro que igualaría con su traca final. Con futbolistas así por el medio nada es lo que parece, ni nada parece lo que es.

Contrariado por tanto imprevisto, al equipo del debutante Hierro, cuya alineación tuvo el equipaje de Lopetegui, le tocaba otra conjura para la segunda parte. Puede que más de uno rebobinara a la presentación mundialista de hace cuatro años. Aquel 13 de junio de 2014 en el que España se cayó con estrépito por un despeñaperros en Salvador de Bahía. Al fin y al cabo, el 1-5 con Holanda surgió tras un embrionario empate naranja también a un paso del intermedio. La zurra se desató después y siete futbolistas españoles fueron tan titulares en aquel batacazo como en Sochi. Todos menos Nacho, Koke, De Gea e Isco. Otro motivo para sospechar del mochilón con el que le tocaba remontar a la Roja.

Con un tiempo por delante, España contra el campeón de Europa, sus propios fantasmas de estos tiempos y un Cristiano más iluminado que en toda su carrera mundialista. La reacción fue encomiable. El equipo no está sinfónico y la noche rusa exigía una dosis de fútbol, claro, pero sobremanera carácter, suela desgastada y dejarse el corazón en los huesos.

Costa acertó a descorchar el segundo gol con el mismo asistente que en el primero. Busquets prolongó una falta lanzada por Silva y el ariete llegó puntual. Tal fue el repunte que hasta Nacho, que aún tendría en sus adentros la treta de CR en el penalti, se vino arriba. Suyo fue el tercer tanto español con un trallazo que hizo carambola en los dos postes de Rui Patricio.

A España no le sobraba fútbol, pero no le faltaba coraje después de tanta desventura. El duelo lo tenía por la pechera, solo inquietada por otra pifia de De Gea en una salida sin brújula que pudo abortar la defensa. Sin nada deslumbrante, pero con Portugal embridada sin apenas dictado y con Hierro refrescando al equipo con Thiago, Aspas y Lucas. Salvo imprevistos, de la selección lusa solo cabía esperar a Cristiano, con deudas pendientes con España y con los Mundiales. Dicho y hecho. Una falta de Piqué sobre el capitán portugués en los últimos minutos derivó en el tercer gol de CR. Tiró de escuadra y cartabón y con un golpe punzante y recto encuadró la pelota en la escuadra izquierda de De Gea. Esta vez sin otra opción que quedarse como una estalactita.

Solo Cristiano se le resistió a una España con muchos méritos. No pocos en sus circunstancias se hubieran derrumbado. En un día para el remangue, lo tuvo. Ahora, frente a Irán y Marruecos le convendrá recuperar sus señas de la última década. Será hora de jugar.

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