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China promete represalias tras la guerra comercial desatada por el presidente de EE UU

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Contenedores en una terminal del puerto de Shanghái. En vídeo, las declaraciones de Cui Tianki, embajador de China en EEUU.

Pekín ya prepara aranceles a varios productos estadounidenses valorados en 3.000 millones tras los gravámenes al acero y aluminio

23 de marzo de 2018 – Pekín – Agencias.

China ha dado dos mensajes claros en los últimos días ante la inminente imposición de aranceles a sus productos por parte de Estados Unidos. Uno, que abrirá su economía a sectores ahora prohibidos y aumentará la protección de los derechos de propiedad intelectual si hay diálogo. Dos, que no teme a una guerra comercial y responderá en caso de que Estados Unidos actúe unilateralmente. Con Trump abriendo el melón de las sanciones a un amplio paquete de importaciones chinas, Pekín se instaló en esta segunda opción y anunció su intención de gravar varios productos agrícolas y de acero estadounidenses.

El primer paquete provisional que preparan las autoridades chinas incluye 128 productos cuyas importaciones están valoradas en 3.000 millones de dólares, una cifra similar a los daños que provocarán los aranceles que la administración Trump ha impuesto al acero y al aluminio chinos y que entran en vigor este viernes. La fruta fresca, los frutos secos, el vino o los tubos de acero serán gravados con un impuesto del 15%, mientras que la carne de cerdo o el aluminio reciclado tendrán una tasa del 25%. La medida será efectiva, según el Ministerio de Comercio, “si no hay acuerdo entre las dos partes en el plazo específico” marcado por la Organización Mundial del Comercio (OMC), un periodo con el que China quiere ganar tiempo para negociar.

China evitó aprobar medidas de mayor calado a la espera de conocer a fondo la subida de tarifas anunciada por Trump el jueves —que afectaría a importaciones valoradas en 60.000 millones de euros— porque no se sabe aún cuáles son los productos señalados. Pero sí advirtió que Estados Unidos “ha creado un precedente muy malo” y que no dudará en defender sus intereses legítimos. “China no quiere una guerra comercial, pero tampoco la teme. Tenemos confianza y somos capaces de manejar cualquier desafío. Esperamos que Estados Unidos retroceda antes de que sea demasiado tarde, que actúe de forma prudente y no arrastre la relación económica y comercial en una zona de peligro”, dijo el Ministerio de Comercio en un comunicado.

El embajador chino en EE UU, además, ha avanzado en una entrevista a Bloomberg emitida este viernes que el gigante asiático no descarta la posibilidad de reducir las compras de bonos del Tesoro estadounidenses. China es actualmente el mayor acreedor extranjero de Estados Unidos, al controlar una quinta parte su deuda pública en manos extranjeras por un valor de 1,17 billones de dólares, una cifra casi equivalente al PIB de España.

Si bien la acción de Trump es el mayor envite proteccionista de su mandato, los expertos coinciden en que por sí sola no hará tambalear la economía china ni tampoco logrará reducir el abultado déficit comercial de Estados Unidos frente al gigante asiático, situado en 375.000 millones de dólares. La consultora Capital Economics estima el daño en como máximo una décima del crecimiento del PIB de un país que se expandió un 6,9% en 2017. “Hace diez años un movimiento de este calibre habría sido mucho más doloroso para China porque su economía dependía muchísimo de sus exportaciones, pero esta circunstancia ha cambiado”, explica Xu Bin, profesor de Economía y finanzas del CEIBS.

La cuestión es si este juego de toma y daca entre las dos mayores economías mundiales –nadie duda de que China tomará medidas una vez conozca los detalles de esta última ronda de aranceles- desembocará en un rifirrafe comercial constante y duradero, si es parte de una estrategia de Estados Unidos para negociar acuerdos que sí permitan atajar la enorme brecha comercial entre ambos países o simplemente una forma para Trump de contentar a sus votantes ante la convocatoria electoral de finales de año.

La selección de las mercancías afectadas por los nuevos aranceles en ambos lados va a ser clave en este sentido y probablemente fuerce las negociaciones. Washington tratará de escoger aquellos productos que repercutan menos en el bolsillo del consumidor o en la cadena de suministros de sus empresas, algo particularmente difícil debido a la naturaleza de las exportaciones chinas a Estados Unidos. China, según los expertos, es probable que se centre primero en productos agrícolas o bienes intermedios que afecten especialmente a las zonas con grandes caladeros de votos de Trump.

La soja, por ejemplo, está entre los primeros productos en las quinielas de las represalias que podría tomar Pekín. China compró soja a EE. UU. por valor de 12.400 millones de dólares el año pasado -un tercio del total exportado- y esta semana la prensa oficial china apoyó un futuro gravamen a este grano al acusar de competencia desleal a los productores estadounidenses. “Es muy probable que China se asegure de que los votantes de Trump vean que es su líder, y no China, el que les hace la vida imposible”, sostiene Xu.

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