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Los disturbios obligan a suspender la reforma de las pensiones en Argentina

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Antidisturbios lanzan bombas de gas contra manifestantes frente al Congreso en Buenos Aires.

El Congreso debatía el cambio legislativo más importante y polémico del presidente Macri

14 de diciembre de 2017 – Buenos Aires – Agencias.

Argentina vuelve a una de sus tradiciones más arraigadas: la calle manda en la política. La tensión alrededor de la reforma de las pensiones, la más importante y polémica de las que ha promovido hasta ahora Mauricio Macri, provocó enormes disturbios frente al Congreso y una bronca descomunal dentro del hemiciclo que obligaron a suspender finalmente la sesión. Macri tenía los votos para sacar adelante la reforma, pero la combinación de las imágenes de fuerte violencia en las calles, con tiros de pelotas de goma y gases lacrimógenos, y los empujones y gritos en el Congreso forzaron una inesperada derrota del Gobierno que tratará de recuperar la reforma la próxima semana.

El mes de diciembre, en pleno verano austral previo a las vacaciones, es el histórico momento de tensión social en Argentina. En este mes se produjo la crisis de 2001, cuando al grito de “que se vayan todos” y en pleno corralito hubo cinco presidentes diferentes en dos semanas y 38 muertos en las calles. Este mes de diciembre de 2017, muy diferente a aquél, Macri no está ni cerca de sufrir una crisis similar, al contrario, cada vez tiene más apoyo político, pero la tensión ha estallado como no lo había hecho nunca en sus dos años de mandato y ni siquiera los 3.000 policías que desplegó para blindar el Congreso pudieron impedir esa derrota política temporal que supone suspender la sesión.

La discusión de la reforma de las pensiones acabó en incidentes graves en los alrededores del Congreso que dejaron heridos no solo entre los manifestantes sino incluso entre diputados de la oposición que habían acudido a solidarizarse con ellos. Las cargas policiales no distinguieron y se llevaron por delante incluso a algunos parlamentarios. Al menos dos fueron atendidos en la enfermería del Congreso, algo inédito.

El Gobierno trató de calmar los ánimos, pero la represión y los disparos de pelotas de goma continuaban mientras ya por la tarde hablaba Marcos Peña, mano derecha de Macri. “Algunos diputados de la oposición se han convertido en piqueteros en el recinto. Llegaron a proponer la agresión al presidente de la Cámara. No permitieron debatir porque saben que representan a una minoría, por eso optaron por la violencia. La mayoría de los argentinos están asqueados de esa violencia. La minoría tiene que actuar con dignidad, sentarse y debatir, y perder. La paz social está absolutamente garantizada, son grupos minoritarios. No podemos comparar con 2001, con crisis profundas de legitimidad”, aseguró Peña.

En el momento más tenso del día, la oposición exigía a gritos que se suspendiera la sesión ante los incidentes que se estaban viviendo fuera. En un momento especialmente dramático la diputada de izquierda Victoria Donda, hija de desaparecidos robada a sus padres nada más nacer en cautiverio en la ESMA, con la pierna escayolada por un golpe recibido en otra carga policial el día anterior, pidió al presidente, Emilio Monzó, que parara los trabajos. Pero el presidente, un hombre de confianza de Macri, se resistía porque creía tener los 129 diputados necesarios, algunos de ellos peronistas. Algunos parlamentarios kirchneristas se acercaron a su mesa y empezaron a empujones a intentar impedir que se pudiera abrir la sesión. Llegaron incluso a pegarle un manotazo en el micrófono.

Las pantallas de televisión de todo el país se partieron en dos: en un lado la batalla campal entre la policía y los manifestantes; en otro la guerra a empujones y gritos dentro del Congreso para frenar la sesión clave en la que debía aprobarse la reforma. Ésta supone un ajuste en las pensiones aunque nadie tiene claro de qué dimensiones, porque depende mucho de la inflación, siempre imprevisible en el país con la economía más descontrolada de América después de la caótica Venezuela.

Los parlamentarios de la oposición insistían en que no se puede iniciar una sesión mientras había algunos diputados heridos por cargas policiales que no podían acudir. “Están acá atrás”, argumentaba Monzó, en referencia al salón que linda con el recinto. Todo en medio de un enorme caos que recordaba a otras épocas argentinas. Finalmente, Monzó se rindió y después de una petición de la diputada oficialista Elisa Carriódecidió levantar la sesión. “Vamos a ganar la votación, será esta semana o la otra. No asusten más a la gente”, gritaba ella.

Más tarde, Carrió también criticó la magnitud del operativo de Gendarmería organizado por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. “No se necesitan tantos gendarmes, la ministra tiene que parar. No hay que hacer tanta ostentación de la fuerza, no es bueno”, dijo.

Apoyo electoral

Pese a este fracaso, la realidad política es que Macri cuenta ahora con mucho más apoyo del que tenía hace dos años. Acaba de ganar las elecciones legislativas y aunque sigue en minoría en el Congreso, tiene el apoyo de varios gobernadores peronistas con los que ha negociado el respaldo a esta ley a cambio de otras medidas que apoyen a sus regiones. La paradoja es que Macri controla el Parlamento más que nunca pero parece que la oposición kirchnerista y de algunos sindicatos clave ha decidido pasar a la calle. Y allí han logrado torcerle el brazo, al menos de momento.

“Nos votaron para discutir acá sentados y pidiendo la palabra, los gritos y el patoterismo no son democráticos”, bramaba el macrista Nicolás Massot. Pero era casi imposible escucharlo entre el escándalo que generaban sus colegas. El martes, en la comisión previa a esta sesión plenaria, ya acabaron a puñetazos y gritos. Pero la tensión subió y más de 3.000 policías blindaron hoy el Congreso para impedir que se acercaran los manifestantes. Volvieron las imágenes de máscaras de gas y camiones con chorros de agua que habían dejado de verse en los últimos 15 años en Argentina.

“Este proyecto perjudica a los jubilados, no tienen los números, no sigan pasando vergüenza”, clamó Graciela Camaño, opositora peronista. “Basta de vergüenza democrática, que se levante la sesión”, gritaba otro peronista mientras varios cantaban el himno. Desde dentro se escuchaban los tiros de las escopetas de los policías que lanzaban fuera pelotas de goma a los manifestantes, algo inédito en otros países pero que en Argentina ha sucedido muchas veces en el pasado. Y llegan precisamente horas después de que se clausure la cumbre de la OMC, la puesta de largo internacional de Macri, en la que quería demostrar la vuelta e Argentina en el mundo.

El barrio de Congreso parecía una zona en conflicto. Los 3.000 agentes son casi el triple de lo dispuesto para un River-Boca. No se veía un despliegue semejante desde el estado de sitio de diciembre de 2001. Desde la plaza volaban piedras y cañas que se usan para blandir banderas, convertidas en lanzas. Del otro lado, los policías respondieron con gases lacrimógenos y balas de goma. La policia no brindó números oficiales de heridos, pero se contaban por decenas. Muchos de ellos periodistas, como el reportero gráfico del diario Página 12, Pablo Piovano, y el periodista Federico Huscarriaga, ambos con disparos de balas de goma. El escándalo fue tal que algunos familiares de los submarinistas del ARA San Juan que habían sido invitados a presenciar el debate también fueron golpeados por la policía al intentar ingresar.

Parece difícil que con estas imágenes Macri y su equipo, que están en un momento político dulce, logren convencer a los ciudadanos de que esta reforma favorece a los jubilados.

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