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Los médicos revisan el cerebro de diplomáticos de EE UU que alertaron de supuestos ataques sónicos

1 embajada EEUU en la Habana
Trabajadores dejan la embajada de EE UU en La Habana el 29 de septiembre de 2017, tras el anuncio del Dept. de Estado de retirar su personal no esencial. Emily Michot/ Miami Herald/TNS via Getty Images.

Un estudio halla diferencias cerebrales en personal de la embajada en La Habana que había sufrido pérdida de audición, equilibrio o habilidades cognitivas

23 de julio de 2019 – Agencias.

Entre finales de 2016 y principios de 2018, personal de la embajada de EE UU en La Habana (Cuba) relató sufrir misteriosos síntomas (pérdida de visión, mareos, deterioro cognitivo…). Muchos dijeron que los problemas aparecieron tras oír un intenso y persistente sonido. Aunque aquel ruido resultó ser cosa de grillos en celo y un informe de expertos cubanos habló de un “trastorno psicogénico colectivo”, la historia no ha terminado. Ahora, una prestigiosa revista médica estadounidense publica un estudio que muestra diferencias en el cerebro de los afectados por lo que Washington llamó “ataques sónicos”. Pero varios expertos son muy críticos con la investigación.

Tras retirar al personal no esencial y a sus familias de la embajada, a finales de 2017, el Gobierno de EE UU envió a los supuestos afectados a revisión médica a la Escuela Perelman de Medicina de la Universidad de Pensilvania. La lista de síntomas de este extraño síndrome era larga: pérdida de audición, mareos, acúfenos, dificultad para mantener el equilibrio, problemas de visión y para conciliar el sueño, jaquecas o deterioro cognitivo. Entonces los especialistas mantuvieron que “estas personas parecían tener un trauma prolongada en una variedad de redes cerebrales sin un historial asociado de traumatismo craneoencefálico”, es decir, una conmoción cerebral pero sin golpe en la cabeza.

Ahora, la revista JAMA publica una continuación de aquel trabajo. Pero esta vez se basa en el escaneo del cerebro de 40 personas afectadas, entre diplomáticos y familiares, y su comparación con las neuroimágenes obtenidas de una muestra similar (edad, raza, formación…) pero que nunca estuvieron en La Habana. Los autores usaron tres técnicas de neuroimagen diferentes para medir registrar distintos parámetros cerebrales: determinar el volumen total y regional de materia gris (células nerviosas) y materia blanca (mielina), integridad de los tejidos neuronales del cerebelo o la conexión funcional entre las redes que tienen que ver con la audición, la visión, o el equilibrio.

Al comparar ambos grupos de imágenes, los autores del estudio no encontraron diferencias significativas en materia gris. De hecho, los diplomáticos tenían algo más. Pero en cuanto a la materia blanca, el espacio en el que se producen las conexiones entre células nerviosas, el volumen medio entre los que estuvieron en La Habana era de 542,22 centímetros cúbicos (cm3) frente a los 569,61 cm3 del grupo de control. Esta sustancia blanca es el verdadero sostén de la arquitectura cerebral.

Usando una técnica para medir la difusión del agua dentro de las células, los científicos también vieron que era menor en áreas del cerebelo de los diplomáticos. Esta parte del encéfalo, ubicada en la parte posterior e inferior de la cabeza, tiene como función principal dotar de coordinación y equilibrio a los movimientos y cambios de postura, además de otras respuestas no conscientes como la oculomotora, para fijar la mirada u orientar la visión. Por último, también encontraron una menor conectividad dentro y entre las redes cerebrales que reciben, procesan e interpretan los estímulos auditivos y espaciovisuales.

“Los resultados del estudio, en especial los del cerebelo, son destacables, ya que varios de los pacientes evaluados mostraron alteraciones en el sentido del equilibrio y el movimiento coordinado de los ojos”, dice en una nota el profesor de medicina física y rehabilitación y coautor del estudio Randel Swanson. Los investigadores destacan que no hay algo similar en la literatura médica, por lo que se podría estar ante un nuevo síndrome.

Pero este también es el punto más comprometido del estudio: la vinculación entre las diferencias observadas con los problemas relatados por los que sufrieron los supuestos ataques sónicos. De hecho, en una submuestra de 28 de los estudiados que aún tenían alguno de los síntomas en el momento de la investigación, los investigadores apenas encontraron una correlación entre manifestación clínica y diferencias en las neuroimágenes.

“Un menor volumen de sustancia blanca, donde tienen lugar las conexiones entre las neuronas, puede estar causado por una enfermedad neurodegenerativa, envejecimiento o un traumatismo craneoencefálico”, comenta el neurólogo Juan Carlos Portilla, vocal de la Sociedad Española de Neurología. “Pero no encuentran correlación clínica con este volumen disminuido”, añade. Además, como confirma Portilla, el proceso podría ser a la inversa: una menor de la actividad cerebral, por el motivo que fuera, podría conllevar una reducción de mielina en el cerebro.

Portilla, que considera valioso el estudio, destaca la dificultad de determinar la relación de causa efecto entre las diferencias observadas y los síntomas clínicos relatados por los afectados. “La mayoría del cuadro recuerda a los síntomas de las conmociones cerebrales leves, pero los hallazgos de las resonancias no se pueden extrapolar y comparar con otra patología conocida”. Además, cree que el tiempo pasado entre los supuestos ataques y la toma de neuroimágenes o la comparación entre dos grupos que no son realmente iguales dificultan interpretar sus resultados. Así que “sigue el misterio, también el científico”, concluye el neurólo español.

También es muy crítico el profesor de neuropsicología de la Universidad de Edimburgo Sergio Della Sala:”Los datos son retrospectivos [como ya apuntaba Portilla]. Las diferencias podrían ser espúreas debidas a la hetereogeneidad de la población clínica y a la falta de idoneidad del grupo de control. Podrían deberse a variables independientes de la exposición real a los sonidos, como el hecho de que el grupo de pacientes se sometiera a un periodo de rehabilitación, por lo que las diferencias observadas podrían estar provocadas por la diferente exposición a un entrenamiento cerebral entre pacientes y grupo de control”, explica Della Sala.

El también editor de la revista especializada Cortex no se explica la publicación de este trabajo: “JAMA es una revista muy respetada, una de las mejores. Su equipo editorial es de primera clase. Que hayan decidido publicar datos que necesitarían un mayor control es más misterioso que la forma en la que unos sonidos no identificados puedan provocar alteraciones cerebrales específicamente a diplomáticos de EE UU”.

En la misma línea va el profesor de imágenes médicas del University College de Londres Derek Hil, que dice en una nota: “Este exhaustivo trabajo es intrigante pero no concluyente: puede proporcionar evidencias de que se produjeron cambios cerebrales tras la exposición a un arma en Cuba. Pero los resultados deben tratarse con cuidado. El trabajo por sí mismo no prueba que haya daño cerebral y mucho menos nos dice lo que realmente le sucedió al personal de Estados Unidos en Cuba”.

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