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Roglic impone su lógica demoledora a la Vuelta, y es el nuevo líder

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Roglic, en la contrarreloj. EFE.

El esloveno destroza a sus rivales en la contrarreloj: casi dos minutos a Valverde, más de dos a Superman y tres a Nairo

3 de septiembre de 2019 – Agencias.

La realidad es aburrida y la desmesura, tan alabada, asesina. La desmesura es Nairo en su soledad tan sola avanzando por la recta final de la contrarreloj, en una plaza que es un parking descomunal, abrasado por el sol moviendo con dificultad un plato de 58 dientes que le ha reventado sus piernas ágiles de escalador. La realidad es el muro que le tapa la visión al colombiano de rojo líder, una masa de fotógrafos que le enfocan y ametrallan como un pelotón de fusilamiento con sus grandes objetivos. Antes que chocar y entregar su alma a tamaña masa, Nairo da la vuelta. Hace más de cinco minutos ya que ha llegado Roglic, el asesino que partió solo dos minutos antes de Jurançon y sus viñedos, el máximo representante de la realidad pesada y dura en la Vuelta que todos quieren de poesía y sueños.

En Pau, donde asoman los Pirineos como una aparición gozosa por detrás de sus grandes casas de piedra, Miguel Indurain, de visita para recibir un homenaje del Tour, dice que qué suerte tienen en la Vuelta, que para él Pau era sinónimo de sufrimiento en la montaña, en el Tourmalet, el Aubisque, el Marie-Blanque, y ahora van y ponen contrarrelojes. La pusieron en el Tour, más corta, más suave, la ponen en la Vuelta. “Y a mí solo me ponían etapas difíciles”, dice el ganador de cinco Tours al estilo que Roglic quiere imitar, marcando la diferencia en la contrarreloj y defendiendo en la montaña, y pronostica, al mediodía, que el esloveno machacará y que solo le quedará defender el resto de la Vuelta. “Pero para defender va a necesitar un gran equipo”.

La primera parte de la proposición ya la tiene resuelta el ciclista de 29 años que comenzó a competir en bici cuando el miedo tras una caída le hizo abandonar el salto de esquí, su primer deporte. Después de los primeros 1.390,6 kilómetros de la carrera, incontables montañas, caídas, contrarreloj por equipos, piscinazo, granizo, repechos y muros, el esloveno marchaba a 6s de Nairo y aventajaba en 11s a Superman y en 14s a Valverde: 36,2 kilómetros de suaves colinas y estrechas carreteras sombreadas en los valles del Bearn después, y una cabra, una rueda lenticular, una pedalada de seda, y vatios incontables en dos piernas rotundas y musculosas que acarician los pedales, Roglic, líder líder, aventaja en casi 2m a Valverde, la esperanza española, que terminó contento de sus prestaciones, las esperadas; en más de 2m a Superman, que, confesó, hizo la contrarreloj de su vida gracias, entre otras cosas a que tenía a Roglic detrás. Partido dos minutos después, le sirvió de magnífica referencia, y más cuando le dobló, y no le pudo despegar; al anterior líder, a Nairo, el único que pensaba perder menos de los que perdió, a más de tres minutos. Y Pogacar, el esloveno casi niño, que salió de Jurançon como un cohete y se fue apagando, pero aguantó, se le ha acercado a 5s.

La realidad dibuja la Vuelta, la carrera en la que todos creen que todo es posible, y le da un tinte de fatalismo del que quieren salir los aficionados recitando las cimas que quedan por visitar en las 11 etapas que quedan, Machucos, Acebo, La Cubilla, Gredos, y recordando que al final de la contrarreloj de San Marino del Giro, Roglic aventajaba en 3m 16s a Carapaz, que acabó derrotándolo. Soñando.

“Ay, los sueños”, dice Eusebio Unzue, el máximo representante del realismo abrumador, que se hizo grande como director con Indurain, el súper Roglic de hace 25 años, y él, el director de Nairo y Valverde, los derrotados, casi no puede ni esconder su admiración por el esloveno y su demostración en Pau. “La evidencia es más fuerte. Soñar se puede solo sabiendo que los sueños son solo sueños. Todos podemos pensar en ataques combinados y demoledores de los escaladores. El problema es que Roglic es muy fuerte, y es también escalador”.

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