La nación

Trump prescinde del hombre que le llevó a la Casa Blanca

Stephen Bannon
Stephen Bannon abandona la Casa Blanca, en una imagen de archivo, para tomar el «Marine One»

18 de agosto de 2017 – Nueva York – Agencias.

Cayó Stephen K. Bannon, durante meses principal asesor político de Donald Trump. Su partida fue ratificada por varios colabores del presidente. Los mismos que, al igual que certificaban la caída del ideólogo, alertaron sobre la posibilidad de que tanto Trump como Bannon cambiaran de forma súbita el curso de los acontecimientos, dando marcha atrás a una defenestración largamente esperada. No fue así, y pocos minutos después del mediodía la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, informaba de que «el jefe de gabinete de la Casa Blanca, John Kelly, y Steve Bannon han acordado que hoy sería el último día de Steve. Estamos agradecidos por sus servicios y le deseamos lo mejor».

Acababa así la más improbable alianza política de las últimas décadas. Una que aupó hasta el sancta sanctórum del poder a un ideólogo marginado, fiero aislacionista, periodista especializado en dirigir tabloides y responsable de la instrumentalización del auge de la llamada «alt-right». Su obsesión con China, a la que siempre acusó de practicar una guerra económica contra EE UU, así como su discurso antiglobalización, y un cierto tufo antisemita, adordaban intelectualmente al hombre que supo ver antes que nadie los puntos débiles de la estrategia demócrata durante las elecciones de 2016. Así, mientras los asesores de Hillary Clinton hablaban de políticas de género y desigualdades, de inmigración y comercio, Bannon tuvo la inteligencia de centrar el discurso de Trump en la profunda depresión económica que asola a la clase trabajadora de origen caucásico, golpeada por la desindustrialización y el auge de la revolución tecnológica. El de Trump fue un discurso violento. Un programa de cuño y sabor antiguos. Sin guiños a la posmodernidad y sus líquidas polémicas. Con recetas xenófobas, frases deplorables y continuas llamadas al instinto tribal y nacionalista, pero sin duda eficaces. Bannon, que llevaba años escribiendo del particular, ejerció como arquitecto de todo aquello.

Una vez alcanzado el poder, Bannon pareció sobrevivir a todos los fuegos e intrigas que asolan el Ala Oeste de la Casa Blanca. Enfrentado con el núcleo duro del Partido Republicano, por el que siente un desprecio olímpico, así como con Jared Kushner e Ivanka Trump, desaparece de la escena el fundador de Breitbart News, panfleto online que alimentaba con «hechos alternativos» el hueso del discurso presidencial.

Había maniobrado una y otra vez para descalabrar a sus oponentes, pero no logró sobreponerse al general Kelly, contratado por Trump para poner orden en sus filas. Kelly demostró cómo las gasta, y cuál es su idea de la disciplina castrense, nada más estrenar su cargo, hace apenas un mes, cuando destituyó a Antohny Scaramuci como director de Comunicación de la Casa Blanca. Sacaramuci apenas llevaba una semana. Le condenaron unas declaraciones explosivas al «New York Post». Kelly, acostumbrado al respeto a la cadena de mando, no toleró su escalada dialéctica.

Por lo visto, Kelly tampoco ha consentido la escandalera que protagonizó el propio Bannon el miércoles. En una entrevista a la revista «American Prospect», de corte izquierdista, desacreditó a sus oponentes en el Gobierno («se están meando encima», dijo) y tachó de «perdedores» a los miembros de la extrema derecha. También explicó que había llegado el momento de «machacarlos». «El Etno-nacionalismo», comentó, al ser preguntado por los recientes incidentes en Virginia y el auge de los grupúsculos neonazis, «[sus partidarios] son unos perdedores. Un elemento marginal al que los medios de comunicación hacen demasiado caso».

Una forma de expresarse la suya, siempre entre el desafuero y el populismo, entre la facilidad dialéctica y la humillación del oponente, que exasperaba a Kelly y a otro de sus colegas, el también general H. R. McMaster, nuevo consejero de Seguridad Nacional. En la nueva Casa Blanca no habría sitio para el estilo montaraz de un Bannon acostumbrado a cabalgar en solitario.

Pero la gota que colmó el vaso fue su desautorización de la política del presidente en relación a Corea del Norte. «No hay solución militar [a las amenazas nucleares de Corea del Norte]», dijo Bannon, «Hasta que alguien resuelva la parte de la ecuación que muestra que diez millones de personas en Seúl morirían en los primeros 30 minutos, no sé de qué hablan, no hay solución militar aquí».

Si durante las primeras horas del viernes varios colaboradores de Trump insistieron en que estábamos ante un despido en toda la regla, poco después trascendía, desde el círculo cercano a Bannon, que había dimitido, y que si no abandonó antes se debió a los incidentes en Charlottesville. Quién sabe. Lo único seguro, tal y como sugiere Maggie Haberman en «The New York Times», es que con su partida Trump queda expuesto ante la derecha alternativa, descabezada de forma inapelable. Aunque está por ver cómo habían digerido que Bannon los calificara de «payasos». El hombre que hizo de la palabra encrespada un as ineludible para competir en el tablero de la política contemporánea, gran príncipe de la demagogia populista, deja a su paso una algarada perpetua como toda herencia y a un Trump cada día más solo.

Vuelta al su anterior trabajo

Finalmente, Bannon regresará a su anterior trabajo como presidente ejecutivo de Breitbart News, según anunció el portal ultraderechista, que le calificó de “héroe populista”. “El movimiento nacionalista-populista se hizo hoy mucho más fuerte”, afirmó el editor jefe de Breitbart News, Alex Marlow. “Breitbart ha ganado un presidente ejecutivo que le tiene tomado el pulso a la agenda de Trump”, agregó.

Por su parte, el presidente y consejero delegado de ese portal, Larry Solov, dijo que “la expansión global” de Breitbart “se acelerará” con la vuelta de Bannon y afirmó que ahora “el límite es el cielo”. Bannon dejó Breitbart News hace un año para asumir la jefatura de la campaña a la Casa Blanca del ahora presidente, Donald Trump, en un momento muy crítico para el multimillonario neoyorquino.

Tras la victoria en las elecciones de noviembre pasado, Trump se lo llevó con el a Washington y lo nombró estratega jefe. Sin embargo, el presidente perdió en las últimas semanas la confianza en Bannon, señalado por promover su propia agenda y robarle atención, y hoy forzó su salida tras días de rumores.

En declaraciones después de su cese a la revista conservadora The Weekly Standard, Bannon lamentó: “La Presidencia de Trump por la que luchamos, y ganamos, ya no existe”. “Todavía tenemos un movimiento grandioso, y vamos a sacar algo de esta Presidencia de Trump. Pero esa Presidencia ya no existe. Será otra cosa”, agregó. Y avisó: “Ahora soy libre. Tengo mis manos de vuelta en mis armas. Alguien dijo ‘es Bannon el Bárbaro’. Indudablemente voy a machacar a la oposición. No hay duda. Construí una jodida máquina en Breitbart”.

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