Salud

Este migrante fue deportado por un tatuaje. Ahora está muerto por culpa de ese tatuaje

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Cruz Eduardo Tinoco Salvador tenía 22 años, una hija pequeña y un tatuaje en la mano que selló su destino: el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, en inglés) le deportó sin remisión, y meses después estaba muerto.

La suerte de este inmigrante indocumentado terminó de torcerse el 20 de junio de 2017, cuando agentes de ICE y policías locales le arrestaron, junto a otros dos hombres, tras bajarse de un auto Toyota gris a las afueras de Filadelfia (Pennsylvania), según informa la emisora Whyy.

Fue llevado a un centro de detención en el condado de York, donde solicitó que se cancelase su deportación por el riesgo para su vida.

Salvador había sido reclutado por la pandilla criminal de los Sureños en febrero de 2012, cuando sólo tenía 14 años y vivía en México. Su rito de iniciación fue una golpiza.

Este grupo, originado en México y con fuertes raíces en el sur de California, está ligado a la mafia mexicana y tiene presencia en las cárceles estadounidenses.

“Me dijeron que si intentaba abandonarles me matarían. Sabía que era verdad. Una vez que te unes al Sur, ya no puedes irte, ésas son las reglas”, explicó a las autoridades migratorias.

Aun así, él lo intentó. Dos meses después, en abril de 2012, llegó a la frontera estadounidense, pero fue interceptado y hubo de regresar a su ciudad, donde comenzó a vender marihuana para la pandilla.

En 2014 nació su hija: “Todo mi mundo cambió”, explicó a las autoridades migratorias, “no quería seguir en la pandilla, quería dejarlo todo atrás, quería pasar más tiempo con mi hija y mi esposa”.

Intentó dejar la pandilla de nuevo, y, según cuenta, su líder le puso una pistola en la cabeza.

Al año siguiente, escapó de nuevo a la frontera y, a la tercera, pudo cruzar de forma ilegal sin ser detectado. Viajó hasta Norristown, a las afueras de Filadelfia, donde tenía familia, y comenzó a trabajar como jardinero y poniendo tejados.

Su esposa y su hija se quedaron atrás, en México.

Salvador alegó que su vida correría peligro si le obligaban a regresar.

“Mis tatuajes me delatarían”, dijo. En su mano izquierda tiene una marca que dice “Sur 13”. En su dedo corazón, tres pequeños puntos. “El sujeto es un alto rango de la pandilla callejera Sureño 13”, concluyó el Departamento de Seguridad Nacional.

El juez de inmigración al cargo de su caso decidió que su miedo a perder la vida en México era creíble, pero consideró que no había probado que la policía local obviaría sus denuncias. Así que decidió deportarlo.

Volvió con su esposa y con su hija, a la zona donde había crecido. El pasado 17 de julio, un año después de ser deportado, fue secuestrado, torturado y asesinado.

“Lo que Cruz temía”, dijo su abogado, Christopher Casazza, “es exactamente lo que le ocurrió”.

 

Con información de TELEMUNDO

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