La nación

Trump aplaza al 1 de junio su decisión sobre los aranceles a Europa

Donald Trump
Donald Trump, este jueves en una rueda de prensa en la Casa Blanca.

Estados Unidos quiere cuotas a las exportaciones para evitar tarifas sobre el acero y el aluminio. Los socios europeos advierten de represalias

1 de mayo de 2018 – Washington – Agencias.

Donald Trump ha decidido conceder -y concederse- un plazo de un mes antes de comenzar una batalla comercial especialmente venenosa, ya que sería con países aliados. La Administración estadounidense optó este lunes por postergar de nuevo, hasta el 1 de junio, su decisión de imponer aranceles del 25% sobre el acero y del 10% sobre el aluminio que importa de la Unión Europea, Canadá, México, y otros socios comerciales. Washington impulsó estas tarifas en marzo, pero eximió temporalmente a un grupo de economías a la espera de negociaciones que le hagan cambiar de opinión. Este lunes vencía el plazo, pero lo ha decidido alargar. La Unión Europea ya había advertido de que respondería gravando productos emblema como los pantalones vaqueros, el Bourbon o las motocicletas Harley Davidson.

Trump ha puesto en marcha una amplia ofensiva comercial para cumplir con la promesa electoral que llevó a la América industrial, que es reducir el desfase entre lo que Estados Unidos importa y lo que exporta. Con la mirada ya puesta en las elecciones legislativas de noviembre, no ha tenido problemas en abrir tres grandes frentes a la vez: uno con Europa, otro con China y un tercero con sus vecinos norteamericanos de Canadá y México.

La prórroga de las tarifas sobre el acero y el aluminio con estos dos últimos se daba por hecha, ya que está renegociando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TCLAN o Nafta, en sus siglas en inglés) por el que se rigen sus relaciones económicas de los tres países desde hace 24 años. Con Europa, sin embargo, ha habido incertidumbre hasta el último momento.

Por la mañana Washington advertía de que no había tomado la decisión y las autoridades europeas se preparaban para lo peor, una guerra comercial con EE UU. Ni siquiera las visitas de la semana pasada del presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, parecían haber suavizado el terreno. Al final no han empezado los bombardeos, pero ahora empiezan unas negociaciones igualmente difíciles: Washington pugna por lograr cuotas que restrinjan las exportaciones, la fórmula pactada con Corea del Sur recientemente.

El presidente estadounidense quiere reducir el déficit comercial, que se produce porque Estados Unidos compra de otros países mucho más de que les vende a ellos. En total, este desfase alcanzó 556.000 millones de dólares el año pasado, un volumen que se explica sobre todo por la diferencia a favor de China (375.000 millones de dólares) y a favor de la Unión Europea (151.000 millones).

El manual trumpiano de la negociación habla de golpear primero y ofrecer conversaciones después y, dentro de esa filosofía, Trump anunció los aranceles en marzo y luego planteó la prórroga. Funcionó con Corea del sur, país con el que ha cerrado un pacto permanente y que por tanto ha evitado las tarifas, y también con Argentina, Australia y Brasil, con los que ha alcanzado otros preacuerdos que se deben detallar a lo largo del próximo mes.

Pero la Unión Europea se ve con más fuerza para dar la batalla. Las exportaciones de acero y aluminio a Estados Unidos no suponen más del 2% de todas las exportaciones europeas. Además, puede contraatacar con aranceles a productos estadounidenses por valor de 3.400 millones de dólares que suponen algo más que esos billetes verdes: atacan productos procedentes de algunos de los feudos electorales de Trump.

Es la misma táctica utilizada por China, que amenaza con represalias sobre productos agrícolas que son eminentemente republicanos. La presión comercial de Trump es por tanto un arma de doble filo de cara a las elecciones legislativas de noviembre: por un lado le refuerza la mano dura con los países que, según sus palabras habituales, sacan provecho de la apertura comercial estadounidense, pero, por otra, los daños colaterales en algunos sectores económicos pueden pasarle factura en las urnas.

Todo el equipo económico de Trump viaja esta semana a Pekín para evitar una guerra comercial de mucho mayor calado. Washington ha anunciado una amplia oleada de tarifas, la cual ha amenazado con responder con la misma moneda. Las advertencias ya sobre la mesa afectarían a productos por valor de 50.000 millones en cada sentido, aunque la Casa Blanca ha advertido de que lo podría elevar en otros 100.000 millones. Es el manual trumpiano de la negociación.

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