El dinero le llega al actor de los negocios, no del cine del que parece alejado en los últimos tiempos
4 de septiembre de 2018 – Los Ángeles – Agencias.
Desde el primer café de la mañana hasta el último trago de la noche pasando por la revista de media tarde o la película para pasar el rato, George Clooney está en la vida de muchas personas a todas horas. Es una estrella con comprometida con muchas causas pero demás con una mentalidad empresarial le depara 23.296 euros a la hora. Ese es el cálculo que se ha hecho la revista Business Insider de los 204 millones de euros que el actor, que se dio a conocer en la serie Urgencias, ganó los últimos 12 meses, de junio de 2017 a junio de 2018. Y todo ello sin pisar un plató como intérprete. El dinero le llega principalmente del negocio que hizo cuando vendió junto con sus socios la compañía de tequila Casamigos, un negocio que le deparó de golpe 199 millones de euros. Por lo demás, Clooney, a sus 57 años, trabajar, lo que se dice trabajar no es que trabaje mucho. Más bien se dedica a disfrutar de la vida con su esposa Amal y sus niños.
Como comentó en los últimos premios Oscar el ganador de dos estatuillas, la vida le ha cambiado a mejor en los últimos años. “Tengo una esposa increíble y dos hijos que no me hacen ni caso a menos que les esté dando el biberón”, detalló con su humor habitual de los últimos cambios en la vida del que solía ser el soltero de oro de Hollywood. Ahora ni siquiera vive en Hollywood. Las vacaciones son en Italia en esa mansión que posee en el lago Como de 25 habitaciones donde se podría sacar un sobresueldo apuntándose en Airbnb. Lo suyo es una puerta giratoria de amigos por la que han pasado Jennifer Aniston, Adam Sandler, Stella McCartney… Hasta la pareja real más comentada del año, sus amigos el príncipe Enrique y su esposa Meghan Markle, han pasado por allí este verano. Siempre dijo que su sueño era “reunir a gente inteligente para conversar alrededor de una mesa”. Otra meta cumplida.
Un buen lugar en el que recuperarse de las heridas tras el accidente de moto que sufrió en julio mientras iba al rodaje de la miniserie Catch 22 que produce, dirige e interpreta en Cerdeña (Italia). No le pasó nada y esta semana se le ha visto de cena romántica en su restaurante italiano preferido, Il Gatto Nero, con su esposa, la abogada británica libanesa Amal Alamuddin. Desde el accidente, sus amigos dicen que no le deja ni a sol ni a sombra y hasta hay rumores de un nuevo embarazo. Rumores sin confirmar, ya que Clooney aseguró en una entrevista concedida tras la llegada de sus gemelos Ella y Alexander que se plantaba en la paternidad.
Tampoco es que el actor esté de brazos cruzados. El filántropo invirtió 17 millones de su nueva fortuna en la Fundación por la Justicia que lleva su nombre. “Mis hijos son un recordatorio de todos aquellos niños que no han nacido con los mismos privilegios”, indicó. De hecho en la casa que tiene en su Kentucky natal vive un joven iraquí que va ahora a la Universidad de Chicago y del que no dice su nombre porque ISIS ha amenazado a su familia. “Es el hijo que mi padre siempre quiso tener porque se ríe de todos sus chistes”, describió. Dice que cuando va a Kentucky duerme en el sofá por no molestar a su invitado algo que concuerda con la “caballerosidad” que siempre cita Amal cuando se refiere a su marido.
Pero no encaja con la fortuna, más de 425 millones de euros, de esta estrella o con la cantidad de casas que tiene. Apenas se le ve ya por Los Ángeles, donde mantiene la mansión de seis dormitorios que compró en 1995 por dos millones de dólares fuera de Beverly Hills. Ahora además tiene su apartamento de tres dormitorios en Nueva York, en la calle 53. Y la residencia más allá del verano la ha establecido en una mansión valorada en 21 millones de euros con nueve dormitorios que disfruta en la zona de Berkshire, cerca de Londres donde trabaja su esposa. Una casa por la que también pasan a menudo los duques de Sussex. Ese es también un sitio perfecto para que Clooney haga lo que mejor sabe hacer: de Clooney. “Me encanta ir dando un paseo a The Bull, un pub de los de siempre. Viejo, donde te das con la puerta porque es bajita y al que voy atravesando el cementerio lo que puede parecer tétrico pero te diré que es fantástico”, confiesa.