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Una ola de dimisiones y un Parlamento hostil ponen en riesgo el Brexit de May

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Barnier (izquierda) y Tusk muestran el documento tras reunirse este jueves.

Cuatro miembros del Gobierno anuncian su renuncia tras lograr la primera ministra el apoyo al texto. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, convoca una cumbre de urgencia el 25 de noviembre

15 de noviembre de 2018 – Londres – Agencias.

La batalla del Brexit ha cambiado de escenario, y Theresa May ha sufrido este jueves por la mañana una primera muestra de la dureza de la nueva situación. Comparecía la primera ministra ante el Parlamento, a petición propia, para explicar los detalles del acuerdo alcanzado con Bruselas. “La elección es clara. Podemos abandonar la UE sin ningún tipo de acuerdo. Podemos encontrarnos con que no haya ningún tipo de Brexit. O podemos mostrar unidad y respaldar el mejor acuerdo posible. Este acuerdo. (…) Yo elijo dar a la ciudadanía británica lo que se le prometió. Elijo lo que es mejor para el interés nacional”, defendía May en su intervención inicial.

A continuación, llegaba el verdadero enfrentamiento. Primero con la oposición. El líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, anticipaba el rechazo de su formación al acuerdo y hacía sangre con el caos interno que estos dos años de negociación con la Comisión Europea han provocado en el seno del Partido Conservador. “Se trata de un acuerdo cocinado a medias que deja a Reino Unido sin posibilidad real de decidir. Muestra la realidad de un Gobierno en completo caos”, ha dicho Corbyn. El líder laborista ha denunciado la escasa protección que el pacto otorga a los trabajadores británicos, su falta de concreción a la hora de defender los derechos de los inmigrantes en Reino Unido y la vaga definición de la futura relación comercial con la UE que plasma el acuerdo político anexo al acuerdo de retirada acordado. La intervención de Corbyn era previsible, y por tanto manejable por May.

El problema llegó después. Decenas de diputados de uno y otro bando habían pedido la palabra. Apenas un puñado de ellos respaldó la política de May. La mayoría cuestionaba la validez y calidad del acuerdo, señalaban las nulas posibilidades que tiene de ser respaldado por el Parlamento cuando sea sometido a votación el próximo 18 de diciembre, denunciaban a May por el incumplimiento de sus promesas a la luz del texto acordado o reclamaban un nuevo referéndum para devolver la palabra a los ciudadanos de Reino Unido. May aguantaba con flema, pero con un cansancio in crescendo durante las tres horas de su comparecencia, la catarata de críticas. Se trataba de atravesar el calvario del modo más suave y conciso posible.

La primera ministra había llegado a Westminster precedida por una cascada de dimisiones en el seno de su Gobierno. La más relevante, la que desató los rumores de una implosión interna difícilmente controlable, fue la de su último ministro para el Brexit, Dominic Raab. El hombre al frente de las negociaciones con Bruselas, y por tanto responsable al menos del 95% de lo acordado en las 585 páginas del texto, abandonaba el barco. “Los términos propuestos ayer [por el miércoles] por la primera ministra contienen errores muy relevantes”, explicaba Raab a la BBC. “Si este acuerdo entra en vigor provocará un devastador efecto en la confianza de la ciudadanía en la democracia”.

Ha sido un golpe demoledor, aunque previsible. Raab se ha convertido en un serio candidato del ala dura para un posible relevo de May. En las últimas semanas se ha dejado cortejar. Y este jueves era consciente de que si quería preservar sus opciones futuras debía dar el paso y conceder munición a los euroescépticos.

No había sido la primera dimisión del día ni sería la última. A primera hora había abandonado el Gobierno el secretario de Estado para Irlanda del Norte, Shailesh Vara. En su caso, se trataba de un firme defensor de la permanencia de Reino Unido en la UE, y era una clara muestra de que el acuerdo había disgustado por igual a unos y a otros.

Vendría después la renuncia de Ester McVey, la ministra de Trabajo y Pensiones, quien denunciaba que el pacto “no hace honor a los resultados del referéndum de 2016”. Y después de ella llegaría el abandono de la número dos de Raab, Suella Braverman.

En las próximas horas pueden llegar nuevas renuncias. Nadie lo descarta en un ambiente político polarizado. Pero todo parece indicar que la batalla se ha trasladado ahora al Parlamento. El líder de los euroescépticos, el ultracatólico Jacob Rees-Mogg, ha enviado al jefe del grupo parlamentario conservador una “carta de confianza”, el término con el que se refieren reglamentariamente a una petición de que la primera ministra se someta a una moción de confianza. Se necesitan 48 cartas similares para activar este mecanismo, y aunque nadie sabe oficialmente si ha llegado ya a su destino ese número preciso de misivas, todo sirve para caldear un ambiente de máxima tensión.

En cualquier caso, la política británica ha entrado en una fase de gesticulación y exceso que hace que hasta los reporteros de la BBC, tan precisos en sus datos, sean capaces de reconocer en antena que ya no tienen ni idea de hacia dónde se encamina este drama.

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