La nación

California sentencia la mayor victoria demócrata desde el ‘Watergate’

Paul Ryan y Kevin McCarthy
El presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y el portavoz republicano, Kevin McCarthy (en primer plano), este jueves en Washington. MICHAEL REYNOLDS. EFE.

Tras adjudicarse el último escaño de las legislativas, el Partido Republicano ha perdido 40 representantes, 7 de ellos en el ‘Estado resistencia’

30 de noviembre de 2018 – Los Ángeles – Agencias.

Más de veinte días después de las elecciones legislativas, un distrito del centro de California terminó el miércoles por fin el último recuento que quedaba pendiente en Estados Unidos. El representante republicano David Valadao fue derrotado por apenas 591 votos por el aspirante demócrata, TJ Cox. La victoria en este distrito rural de Fresno certifica que el Partido Republicano ha pasado a ser una fuerza irrelevante en el estado más poblado del país. Pero además, certifica la mayor derrota de los republicanos en unas legislativas desde el desastre del escándalo Watergate.

Los demócratas necesitaban ganar 23 escaños de los republicanos en todo el país para lograr la mayoría en la Cámara de Representantes. Con el de Cox, han logrado 40. En porcentaje de votos, la diferencia total fue de 53,1% contra 45,2% de los republicanos. Según un análisis de NBC, se trata de la mayor diferencia de votos a nivel nacional a favor de los demócratas desde las legislativas de 1974, que se produjeron apenas tres meses después de que el presidente Richard Nixon dimitiera por el escándalo.

En aquella ocasión la diferencia fue de 8,7 millones de votos a favor de los demócratas, que recuperaron 49 escaños. Nixon se llevó por delante al partido, que no pudo contrarrestar la percepción de que habían defendido casi hasta el final a un presidente corrupto, mientras desafiaba al Tribunal Supremo y al propio Congreso. En las elecciones del pasado 6 de noviembre, la diferencia fue de 8,6 millones a favor de los demócratas.

La monumental derrota de los republicanos en la Cámara de Representantes ha venido de su hundimiento en los suburbios alrededor de las grandes ciudades, que ya son en su mayoría demócratas. En la división campo-ciudad de Estados Unidos, cada vez más marcada, esos distritos entre medias son la clave electoral. La misma noche electoral se vio en distritos significativos que fueron tomados por los analistas como termómetros del país, como el 10 de Virginia, a las afueras de Washington DC, o el 6 de Colorado, a las afueras de Denver. Ambos, sólidos feudos republicanos, pasaron a manos demócratas.

Pero en ningún lugar ese hundimiento ha sido tan profundo, y sobre todo tan simbólico, como en California. Con 39 millones de habitantes, el Estado tiene la delegación más grande de la Cámara de Representantes: 53 escaños de los 435, el 12% de la Cámara. Los dos portavoces de la Cámara son californianos: Nancy Pelosi (San Francisco) y Kevin McCarthy (Bakersfield). Con la derrota de Valadao, solo 7 de los 53 escaños serán republicanos. El partido que apoya a Trump ya era minoritario en California, tenía 14 escaños, y ha perdido la mitad de una tacada. Era el objetivo máximo, el sueño más loco de los estrategas demócratas, que se conformaban con ganar 4 escaños californianos para asegurar los 23 a nivel nacional. En el estado más rico y más poblado del país, los republicanos han quedado convertidos en una fuerza marginal.

El epicentro de la derrota llega además del condado de Orange (OC), con una gran carga simbólica. Situado entre Los Ángeles y San Diego, OC ha sido un bastión republicano desde los años 30. Aquí construyeron sus carreras y cimentaron su poder los dos únicos presidentes que ha dado California, Ronald Reagan y Richard Nixon. Reagan llamó a Orange “el lugar donde los buenos republicanos van a morir”. Electoralmente, los republicanos mantenían en OC cuatro distritos, dos en la zona de costa más privilegiada del sur de California y dos adyacentes en el interior, que comprenden grandes ciudades suburbiales como Irvine y Anaheim. Los cuatro han pasado a manos demócratas. No queda un solo trozo de costa de California que vote republicano, ni ningún suburbio a menos de 90 kilómetros de Los Ángeles.

El Partido Demócrata había echado el resto en el condado de Orange después de ver los resultados de 2016. Hillary Clinton fue la primera candidata demócrata a presidente en ganar en este condado desde Franklin D. Roosevelt en los años 30. Aquel resultado indicaba que la zona estaba a tiro por primera vez en décadas. Los cambios demográficos favorecían a los demócratas y los conservadores del bastión de Reagan no se iban a movilizar para defender a Donald Trump. En su estrategia, los demócratas han tenido a candidatos como Harley Rouda, un antiguo republicano que se presentó como centrista y ha jubilado en el distrito 48 nada menos que a Dana Rohrabacher, exaltado trumpista al que se le conoce como el mejor amigo de Rusia en Washington.

Los números definitivos son de tal calibre que el presidente saliente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, hizo una extraña declaración el jueves en la que parecía poner en duda la limpieza del resultado electoral en California. Ryan dijo que el sistema electoral de California “desafía a la lógica”. “La noche de las elecciones perdíamos por 26 escaños y tres semanas después básicamente hemos perdido todas las elecciones de California”. En otro momento dijo que “su sistema (electoral) es muy raro; sigo sin comprenderlo bien. Hay muchas elecciones que teníamos que haber ganado”. Tras la publicación de sus comentarios, su oficina tuvo que aclarar en un comunicado que Ryan no estaba poniendo en duda los resultados.

El secretario del estado y autoridad electoral, Alex Padilla, respondió a Ryan diciendo que California es “meticulosa” en asegurarse de que se cuenta cada voto, que es el estado con más votantes registrados y que tiene particularidades para facilitar el voto como, por ejemplo, permitir que los votos por correo se entreguen hasta el mismo día de las elecciones, lo cual puede retrasar muchos días el recuento. Además, varios de los escaños se han decidido por un margen muy estrecho, lo que ha hecho que nadie los diera por adjudicados hasta el último momento. En el caso del republicano Valadao, por ejemplo, la agencia Associated Press lo dio como ganador en la noche electoral. Esta semana tuvo que retirar su predicción, cuando TJ Cox se puso en cabeza en el recuento de los votos por correo.

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