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El caso Huawei alumbra una posible guerra tecnológica entre EEUU y China

Meng Wanzhou
Meng Wanzhou, directora financiera de Huawei, acompañada por un guardia de seguridad en Vancouver

Washington teme la competencia de los gigantes tecnológicos chinos, que podrían lanzar ciberataques

17 de diciembre de 2018 – Agencias.

Hace apenas cinco meses, los jefes de inteligencia de la alianza “Five Eyes”, constituida por Australia, Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda y Reino Unido, mantuvieron una reunióna puerta cerrada en el país norteamericano en la que intercambiaron información clasificada sobre las actividades de Pekín en el extranjero. En aquel encuentro, los presentes pusieron de manifiesto su creciente preocupación ante una China cada vez más poderosa y reforzaron la cooperación con Alemania y Japón a la hora de hacer frente al gigante asiático.

“Las consultas con nuestros aliados, con socios de ideas afines, sobre cómo responder a la estrategia asertiva internacional de China han sido frecuentes y están cobrando impulso”, apuntó por entonces a Reuters un funcionario estadounidense que no reveló su nombre. Esa supuesta estrategia unánime de los países asistentes contra la segunda economía del planeta apuntaba especialmente a sus potentes gigantes tecnológicos, que ya se habían topado con diferentes trabas a la hora de operar en el exterior. La sospecha deque estas empresas están fuertemente relacionadas con el Partido Comunista Chino hacía temer que Pekín las pudiera usar para robar tecnología, espiar telecomunicaciones, hackear sistemas o realizar ciberataques en otras naciones.

Ese podría ser el caso de Huawei, compañía queen 2017 construyó el 28% de la infraestructura de telefonía e internet móvil del mundo, por delante de las europeas Ericsson (27%) y Nokia (23%), y la también china ZTE (13%). Si a principios de año, EEUU estuvo a punto de cerrar esta última por violar las sanciones a Irán, ahora le ha tocado el turno a Huawei, que rivaliza con las firmas estadounidenses. Ese parece ser el trasfondo real de la detención en Canadá de la directora financiera de la firma china, Meng Wanzhou. La directiva, arrestada a petición de EEUU, está acusada de fraude por burlar supuestamente las sanciones financieras impuestas por Washington contra Irán. Sin embargo, numerosos analistas consideran que Irán es la excusa legal que ha encontrado el gobierno de Donald Trump para poner freno al desarrollo del actual líder mundial en fabricación de componentes para el desarrollo de las redes móviles de quinta generación (5G), y de la propia nación comunista como su principal rival tecnológico a nivel mundial.

“La acción de EEUU contra Meng es realmente parte del intento más amplio de la administración de Trump por socavar la economía de China mediante la imposición de aranceles, el cierre de los mercados occidentales a las exportaciones chinas de alta tecnología y el bloqueo de las compras chinas de compañías tecnológicas estadounidenses y europeas”, afirmó en la web especializada Project Sindicate, Jeffrey D. Sachs, profesor de Política en la Universidad de Columbia.

Para este analista, se trata de un plan cuidadosamente urdido que nada tiene que ver con las políticas espontáneas tan características del presidente norteamericano. Una parte de ese plan sería la guerra comercial emprendida por Trump contra el régimen de Pekín. Según indicó el Real Instituto Elcano, el mandatario estadounidense ha salvado de la quema arancelaria aquellos bienes exportados que afectan a los gigantes tecnológicos estadounidenses como Apple con el fin de defender su industria tecnológica. No obstante, se teme que aún alcanzando un acuerdo comercial, no desaparecerán las tensiones sobre el control de una tecnología que pone en juego la seguridad nacional y el dominio mundial.

Lejos de quedarse de brazos cruzados, Pekín ha respondido con contundencia. Si el 1 de diciembre las autoridades canadienses retuvieron a la ejecutiva, diez días después China arrestaba a los ciudadanos canadienses Michael Kovrig y Michael Spavor, a los que acusó de estar implicados en “actividades que perjudican la seguridad nacional”. Ayer, el gobierno del país americano dijo haberse puesto en contacto con Spavor, pero hasta la fecha no se han dado demasiados detalles sobre el paradero de ambos, cuya detención Pekín insiste no tiene que ver con el caso Huawei. Sí se sabe de la suerte de Meng, que está en libertad bajo fianza a la espera de un proceso de extradición de cuyo resultado depende que se agudice aún más la que muchos llaman la nueva guerra fría tecnológica.

Lu Shaye, embajador de China en Ottawa, apuntó a que el asunto Huawei es un caso en el que EEUU ha ejercido su poder gubernamental en una “caza de brujas contra una compañía china de alta tecnología basada en consideraciones políticas”. El diplomático destacó la preocupación de los países occidentales ante el rápido progreso y desarrollo de China e insistió en que no se puede tener todavía la mentalidad de la Guerra Fría. Hoy en día la capacidad de crear y usar nuevas tecnologías es lo que mide la fortaleza de un país y es con esa prisma con el que Pekín ve el arresto de Meng, como un duro golpe a sus intereses y a su plan estratégico “Made in China 2025”. Con él, pretende modernizar sus manufacturas desarrollando diez sectores clave de las altas tecnologías como la robótica, la aeronáutica espacial, la tecnología de la información o la inteligencia artificial, además de lograr para esa fecha la autosuficiencia tecnológica en un 70%.

Para lograrlo, todavía queda un largo camino por recorrer, especialmente después del caso Huawei, que ha empujado a British Telecom a retirar en Reino Unido sus equipos del núcleo de sus operaciones móviles 3G y 4G y a no comprarlos para las redes 5G; o a Australia y Nueva Zelanda a restringir la participación de la corporación en los sistemas de infraestructura 5G. Pero mientras los “Five Eyes” aceleran el intercambio de información sobre actividades de interferencia en el extranjero, tal y como señalaron en un comunicado conjunto, el gigante asiático no se rendirá fácilmente y se esforzará por buscar otras vías para ser independiente y generar sus propios componentes. Penalizar a China podría tener serias consecuencias en la forma en que se desarrolla la lucha tecnológica entre Washington y Pekín, por eso “su esperanza es que en 10 años ya no nos necesiten más”, afirmó James A. Lewis, miembro del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington.

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